martes, 20 de enero de 2015

Pensamiento nº 10

A los ocho años recibí un regalo distinto a cualquier otro.
Llegó en un sobre de papel madera, era de Yazar (un amigo se viajes de papá).
Un bello pañuelo de seda con flores azules y rosadas, un lápiz labial rojo y un esmalte
de uñas fucsia intenso, cruzaron el inmenso océano hasta llegar mí. Yazar tenía hijas
de la misma edad que la mía.
En su tierra las niñas se pintaban y vestían con vibrantes colores. Su deseo era
compartir conmigo, una niña del otro lado del mundo, un poco de su cultura.
Todavía lo conservo y cada vez que lo miro, al menos por un rato, la distancia
se hace invisible.


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